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Ramón Martínez Ocaranza

[De Icaro a Perseo]

En el alba de llenan los candados de ropa sucia
y de piedras ofensivas.

Porque no cualquier Fausto puede con su Mefistófeles.

Y cuando Zeus estudia siquiatría
se multiplican las palabras de las columnas
y los terribles ascensores se cortan la lengua
con una navaja de mil filos.

Todo el ideal de la fotografía
sería captar el último gesto de amargura
de los perros que se mueren de hambre
o cuando va pasando lo blanco de las magnolias
al amarillo de la muerte.

Las furias desconocen que la gran perfección está en
los pianos
que lloran en las casas de empeño,
donde la soledad explica sus lirios invisibles
y donde cada quien puede soñar
una prefabricada circunstancia;
o le puede pedir las cuentas a los dioses
para que nadie se trague sus testículos.

Por las heridas de los cactos brotan flores
como las brujas pueden transformar a los ángeles en puercos
o a los puercos en ángeles;
o como los geranios lloran debajo de las escaleras vacías.

Cuando quemamos las circunferencias,
es como cuando el tiempo se pone a llorar por los caminos
porque no sabe para qué sirven los caminos
y da gritos de loco.

Esto de recoger las lágrimas del mundo
para limpiar mis lágrimas
es un secreto que viene de los jeroglíficos
que se escribieron antes de las piedras;
cuando la soledad del hombre sollozaba
en las novelas subsantivas
del despertar del sueño de los círculos.

Y ser en el no ser del Ser pateado por los dioses
quiere decir que un habitante del barrio más pobre de la
tierra
puede ser un Perseo lleno de rabia
para matar Gorgonas,
o puede ser un Icaro para largarse con alas de petate
en busca de un planeta menos idiotizado por las brujas.

Ramón Martínez Ocaranza

Elegía de la razón pura

hay construcciones
como cuando el tiempo...

El odio es
la parte que nos toca
de la señal.

Es falso
lo del camello y la aguja.

Las palabras
tienen violentos choques
en sus núcleos.

Y cuando se definen
los amores,
nace la rabia
que los mata.

En las tabernas
crecen
los conceptos

Y hay salmistas que odian
los talleres de salmo.

Shakespeare tenía razón:
el amor se construye
con el metal del odio contra el odio.

(Enero 16 de 1968)

Ramón Martínez Ocaranza

Cántico Primero
La Flor Del Odio

La Flor del Odio clava sus raíces
en las esquinas de los círculos:
también existen tumbas
en los espejos olvidados.

Cuando los trenes suben
las escaleras de la muerte,
es porque las campanas;
o porque las estrellas

Cada reloj decide su estatura
de corales dormidos.

La luna reconoce que la noche
se hizo para ver caballos muertos.

Porque mi corazón es un camino
de espaldas y de espumas:
para que cada quien encuentre su ventana
donde llorar

Las amapolas saben
que la danza termina
cuando comienza el viento.

Pero de nada sirve
que la raíz se vista de jaguares,
si para comprender las escrituras
no nos llenamos de magnolias.

Julio 23 de 1967
(Elegía de los triángulos)

Ramón Martínez Ocaranza

Despedacé los ritmos,

las palabras,

el feroz contrapunto del concepto,

y tumultuariamente hice un mitin

en contra de lo bello.



Si quise decir luna,

dije perros muriéndose de hambre.



Si quise decir árboles,

predije la lucha de los hombres.



Nadie puede

dictarme preceptivas

en esta noche bárbara del tiempo

en que doncellas locas se suicidan

y las damas adúlteras se embriagan

y así preparan el advenimiento

de Dios

en sus orgías.



¡Que se vayan al diablo las estrellas!

Yo me decido a ser un tumultuario

contra la horrenda estatua

de la poesía que oculta

la belleza del odio contra el odio