En el suelo aún existe un ligero susurro a muerte

En el suelo aún existe un ligero susurro a muerte
que ha querido invadir las plantas y les ha quitado su verde.
El verde vuelve siempre al azul y en línea contraria.
La contrariedad nos atañe como en tiempos de retroceso;
no retrocedamos por miedo,
avancemos con paso firme aunque sea en retrospectiva
- justo al pasado-

Las hojas de laurel de la cocina de mi madre
están mas ausentes en mi paladar que en la comida ajena;
los tiempos vienen decayendo en constantes toboganes
revolcándonos con olas de cloro.

Su olor me provoca nausea, sé que soy yo.

En una oscura letrina miro mi vida ir hacia las cañerías;
no me da asco pensar en revolcarme con los cocodrilos del drenaje:
-ya conozco los bigotes raspando mi piel-
y me convierto en maniquí adormilado con estupefacientes
en los notables amaneceres de estreno.

No recuerdo el nombre que atormento mi noche y mi lujuria:
querría dedicarte el tic tac de mis pasos
y la seguridad con la que enderezo mi cuello,
mis dedos ya muertos por el frío no dejan de escribir[te].

Manzanilla con vainilla y miel...
-así de hostigante te encuentro-
como las abejas al rededor de saborizantes artificiales,
pobres que hasta a ellas hemos logrado engañar

No es mas tu saña que el cempasúchil del día de muertos...

En el suelo aun existe un ligero susurro a muerte.

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