Jorge Teillier


Cuando yo no era poeta
por broma dije era poeta
aunque no había escrito un solo verso
pero admiraba el sombrero alón del poeta del pueblo.

Una mañana me encontré en la calle con mi vecina.
Me preguntó si yo era poeta.
Ella tenía catorce años.

La primera vez que hablé con ella
llevaba un ramo de ilusiones.
La segunda vez una anémona en el pelo.
La tercera vez un gladiolo entre los labios.
La cuarta vez no llevaba ninguna flor
y le pregunté el significado de eso a las flores de la plaza
que no supieron responderme
ni tampoco mi profesora de botánica.

Ella había traducido para mí poemas de Christian Morgenstern.
A mí no se me ocurrió darle nada a cambio.
La vida era para mí muy dura.
No quería desprenderme ni de una hoja de cuaderno.

Sus ojos disparaban balas de amor calibre 44.
Eso me daba insomnio.
Me encerré mucho tiempo en mi pieza.

Cuando salí la encontré en la plaza y no me saludó.
Yo volví a mi casa y escribí mi primer poema.

1 comentario:

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    "Despedida", de Jorge Teillier




    ...el caso no ofrece
    ningún adorno para la diadema de las Musas.
    Ezra Pound



    Me despido de mi mano
    que pudo mostrar el rayo
    o la quietud de las piedras
    bajo las nieves de antaño.

    Para que vuelvan a ser bosques y arenas
    me despido del papel blanco y de la tinta azul
    de donde surgían los ríos perezosos,
    cerdos en las calles, molinos vacíos.

    Me despido de los amigos
    en quienes más he confiado:
    los conejos y las polillas,
    las nubes harapientas del verano,
    mi sombra que solía hablarme en voz baja.

    Me despido de las virtudes y de las gracias del planeta:
    los fracasados, las cajas de música,
    los murciélagos que al atardecer se deshojan
    de los bosques de casas de madera.

    Me despido de los amigos silenciosos
    a los que sólo les importa saber
    dónde se puede beber algo de vino
    y para los cuales todos los días
    no son sino un pretexto
    para entonar canciones pasadas de moda.

    Me despido de una muchacha
    que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
    caminó conmigo y se acostó conmigo
    cualquiera tarde de esas en que las calles se llenan
    de humaredas de hojas quemándose en las acequias.

    Me despido de una muchacha
    cuyo rostro suelo ver en sueños
    iluminado por la triste mirada
    de trenes que parten bajo la lluvia.

    Me despido de la memoria
    y me despido de la nostalgia
    –la sal y el agua
    de mis días sin objeto—

    y me despido de estos poemas:
    palabras, palabras –un poco de aire
    movido por los labios— palabras
    para ocultar quizás lo único verdadero:
    que respiramos y dejamos de respirar.


    saludos desde el sur, esta vez el sur del mundo

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