Elena Medel

Oficio de poeta

Si yo fuera, de verdad, poeta, susurraría que el imperio de los zares es mi patria, y lo haría con tres horas de sueño y cuarenta de trabajo a mis espaldas. Mangas allá donde los muslos empiezan a definir mi edad y mis aficiones. Puños de encaje. Mis zapatos sobre mi vestido, tan hermoso (los hermanos Rossetti vuelven a estar de moda). El poder. Hablaría de árboles, gritaría oh, mi señor con los ojos en blanco, tocaría mi cabeza con un sombrero, un rayo de colores me cruzaría la frente: mi vida consagrada a la Creación.

Todo eso ocurriría si yo fuera, de verdad, poeta.

Pero no distingo entre lágrima y jazmín. De hecho, extremo mis precauciones al tratar con el mundo de la conjunción adversativa. Jamás falto a mis revisiones médicas. Adoro las burbujas y el azúcar. Aspiro al matrimonio. Descanso los domingos y festivos; al despertar me gusta tocar el cabecero de la cama con la punta de los dedos.

En más de una ocasión me pregunto qué hago aquí.

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